Pues ahí estoy yo, concretamente en la zona de Bondi. La primera semana la pase en plena guerra backpacker por conseguir alojamiento en la maravillosa zona de Bondi Beach. El verano acechaba y los aussies se mudaban a la playa, el tiempo de surf había llegado para algunos, para mí de momento no. El estilo de vida que me imagine a priori quedaba todavía bien lejos. Sustituir la tabla de surf por una mochila y las tardes en la playa por caminatas eternas en búsqueda de piso socavaban mi entusiasmo.
Una pequeña reflexión filosófica para ponerlos en contexto: Ya Freud definió la personalidad como el conjunto de las “mascaras” que usamos en el día a día, para relacionarnos con nuestros congéneres, para conocer gente nueva, para parecer buenos ante los ojos de las normas sociales.
Pues bien, ante lo desesperado de la situación, la escasez de pisos y los precios desorbitados, encontré un anuncio en internet que requería una nueva mascara durante un tiempo prudencial. Sinceramente no sé que me hizo fijarme en ese anuncio, sin fotos ni detalles de lo que incluía. Un simple texto malogrado, escueto y a la vez directo que decía “looking for a girl or gay”. Gay, gay, gay, la palabra se repetía en mi cabeza, tantas veces como pisos había visitado. Y pensé; “si busca a un gay seguro que esta buena”, son bromas, pero sí que me vino a la mente un dicho muy recurrido por mis habladurías y que pocas veces pongo en práctica: “sin riesgo no hay beneficio” Aunque claro está que llegar a un continente nuevo, donde eres un libro en blanco y un blanco fácil para las etiquetas, y poner en duda tu sexualidad era un riesgo demasiado alto. Pese a todo llame. Sin darme cuenta pero sin vacilar ni un instante me vi diciéndole a una australiana, por teléfono en el medio del pasillo repleto de féminas backpackers, que no solo era gay sino lo siguiente. La sonrisa entrecortada por los nervios o la posibilidad remota de encontrar definitivamente casa no me la quito nadie en los siguientes 15 minutos. Al siguiente día me presente en el piso, tras cerca de una hora de entrevista me volvió a preguntar. Era hora de quitarnos esa mascara antes de que fuera demasiado tarde. Dos días más tarde el piso era mío
ya se que me voy por las ramas, pero todo se pega |
Pues bien, ante lo desesperado de la situación, la escasez de pisos y los precios desorbitados, encontré un anuncio en internet que requería una nueva mascara durante un tiempo prudencial. Sinceramente no sé que me hizo fijarme en ese anuncio, sin fotos ni detalles de lo que incluía. Un simple texto malogrado, escueto y a la vez directo que decía “looking for a girl or gay”. Gay, gay, gay, la palabra se repetía en mi cabeza, tantas veces como pisos había visitado. Y pensé; “si busca a un gay seguro que esta buena”, son bromas, pero sí que me vino a la mente un dicho muy recurrido por mis habladurías y que pocas veces pongo en práctica: “sin riesgo no hay beneficio” Aunque claro está que llegar a un continente nuevo, donde eres un libro en blanco y un blanco fácil para las etiquetas, y poner en duda tu sexualidad era un riesgo demasiado alto. Pese a todo llame. Sin darme cuenta pero sin vacilar ni un instante me vi diciéndole a una australiana, por teléfono en el medio del pasillo repleto de féminas backpackers, que no solo era gay sino lo siguiente. La sonrisa entrecortada por los nervios o la posibilidad remota de encontrar definitivamente casa no me la quito nadie en los siguientes 15 minutos. Al siguiente día me presente en el piso, tras cerca de una hora de entrevista me volvió a preguntar. Era hora de quitarnos esa mascara antes de que fuera demasiado tarde. Dos días más tarde el piso era mío
Con el ancla del piso bien fijada solo era cuestión de tiempo que los pequeños placeres de la vida Australiana llegaran. La primera cerveza, la primera visita a la ciudad y los primeros momentos con compañeros de todas las partes del globo iban llegando. El estilo de vida que había dibujado en mi mente antes de embarcarme en esta aventura iba cobrando forma paso a paso.
El surf se hizo de rogar hasta bien entrada la tercera semana. Hablar de bondi y hablar de surf es prácticamente lo mismo. Desde el primer día no me canso de ver surferos caminando descalzos solo con el neopreno y la tabla desde sus casas hasta sus hogares, el mar. No hace falta nada más para disfrutar el momento, y eso me encanta...a mí y al Papilomavirus. La playa tiene tanta gente fuera como dentro del agua. Es imposible contar el número de surferos que cada día acuden a su cita con las olas. Se dejan de lado las complicaciones, todo se simplifica hasta el punto de hacerlo hermoso. El surf es el corazón de Bondi. Representa el buen rollo, la pasión por la naturaleza y el estilo de vida de una ciudad con vida propia. Me contagie de esa fiebre desde que aterrice en Sídney y con la playa a 15 minutos de casa pedía a gritos una tabla de surf. Aunque sustituí lo de surcar la superficie por visitar los fondos de arena, hacer la lavadora submarina y captar insistentemente la atencion de los Bondi Life gards.
Ver las puesta de sol de Bondi Beach sentado en la tabla mientras el vaivén de las olas embelecía los sentidos era la bofetada que necesitaba para darme cuenta que estaba en Australia.
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