Como empezar como escribir, algo, que se ha de vivir. A los que le suene la metáfora, sonrisa puesta y boca callada, a los que no mucha atención, empieza la acción. Ahí estoy yo volando cual Canario alto y lejos. Porque así es como se consiguen los sueños, sustituyendo el alpiste y una caja concurrida por libertad y autonomia. Desprenderse de lo cotidiano, de lo mundano, romper con los malogrados estereotipos y lanzarse al vacio, nos da la opotunidad de construir "algo nuevo". Pero porque Australia, se preguntaran algunos, ¿porque 20,000 kilómetros para lanzarte al vacio teniendo el puente de Silva tan cerca? Ciertos vínculos carecen de lógica, y lo que me hizo terminar en esta tierra es una maravillosa y agradecida incógnita.

Where does the magical attraction of Australia come from? Abordar esta pregunta es el objetivo de este blog


Odisea de un Canario

sábado, 29 de enero de 2011

Una mañana en Sydney





Las mañanas son sin lugar a duda uno de los mejores momentos del día. Si ya sé que más de uno se estará llevando las manos a la cabeza, pero es cierto.  Cuando la motivación y el ambiente lo permiten las malas costumbres se solventan con facilidad. Parece que las malas legañas, los eternos desayunos silenciosos y tener menos energía matutina que una pila Hiperdino se quedaron en la isla, en la otra isla. Levantarme a las 6 am con mi compañera de piso aussie, desayunar lo improvisado en nuestra concurrida  cocina y decidir sobre la marcha: surf o running; se ha convertido en el pan de cada día. Las mañanas en las que el calor hace acto de presencia son más propensas al running por el costal walk. Caminamos 5 minutos hasta el Weverley Park mientras escuchamos el graznido de un sinfín de pajarracos. Periquitos, inseparables, Cacatúas y loros... (Ahora me resulta curioso que alguien pague en España 1500euros por uno de estos cuando por 1100 tienes un billete de ida y vuelta a Australia y aquí los coges gratis…rentabilidad señores, rentabilidad sin mas)

Mi flatmare Pancho esperando en mi ventana su dosis de glucemia
Sin lugar a duda, de entre ellos me quedo con el que he bautizado como el “descojonao”. Es un pajarraco estofado a modo de búho que hace las veces del gran conocido “palomo buchúo” del San Telmo. Hace gran honor a su nombre pues su graznido es un puro descojones, valga la redundancia. El running comienza y nos dirigimos calle abajo hasta Tamarama Beach donde nos esperan 500 maravillosos escalones en dirección al costal walk. Lo bonito de ir bajarlos es ir pensando en subirlos, eso te envuelve en un total sentimiento de incomprensión…pero que co—hago corriendo a estas horas. Sin embargo cuando llegas al costal-walk es un vago recuerdo. Con suerte habré dejado atrás a mi compañera aussie porque me recuerda a mi ex compañero de fatiga, una paliqueadora empedernida. Ya puede estar arrastrando las chicken breast, echando el hígado por la boca y desfalleciendo por el camino que sigue sacándome tema de conversación. Así que empiezo a disfrutar como un enano  bordeando la escarpada geografía australiana, con la fresca amenizando el sufrimiento y con el amanecer escandilando no solo mi vista sino también mi imaginación.

Tras 5 kilómetros de maravilloso sufrimiento llego a la bahía de Clovelly bay. Se ha convertido sin duda en mi lugar preferido. No puedo evitar correr hasta bien entrada la bahía y pararme para disfrutar del amanecer a pie de mar aunque solo sea por unos minutos. Los rayos de sol penetran a traves del imponente acantilado que recubre la bahía iluminando en su profundidad una veintena de barcos de madera. Los mismos rayos se proyectan sobre la facticia calma de un mar que parece pactar con el amanecer una tregua durante unas horas. Con este marco, respiro profundo le doy la espalda a esta maravilla de la naturaleza, y sonrío, pues todavía me quedan otros 5 kilómetros de merecido disfrute. El camino de vuelta se torna más vistoso, el calor de la gente que ha empezado el día con energía e ilusión acompaña mi zancada. Parece increíble que tanta gente coincida en el mismo lugar, en el mismo momento, con el mismo fin. Mi olvidada escalera vuelve a mi recuerdo así que trago saliva y acorto el paso. 500 repetitivos amigos me dan la bienvenida durante unos 3 eternos minutos de subida. En la cima me espera mi australiana al son de las palmadas y el go go go!! El resto del camino de vuelta, subiendo Bondi road es un incesante encuentro con surferos que se dirigen hacia Bondi beach y es cuando pienso, mañana me toca a mí.

Las mañanas con la tabla y el neopreno están hechas de otra pasta. No sé qué es lo que tienen, puede que la magia de un estilo de vida, o puede que ver el momento desde una perspectiva diferente. Sea como sea verme de camino a la playa en cholas, con el neopreno y mi tabla me despierta tanto que no puedo evitar correr los últimos 200 metros, como si no fueran a quedar olas cuando llegara. El amanecer sentado en la tabla, mirando al horizonte es un momento único en el día. Es el motor que te hace remar una izquierda aunque sepas que no te vas a levantar, aguantar la respiración mientras haces la lavadora, remontar durante 10 sufridos minutos, evitar pensar que la compañía de los surferos no es la única que compartes sobre  el agua o bajo ella, aguantar las embestidas de un mar que con su furia te enamora. Una vez en el agua, el concepto del tiempo se pierde y durante aproximadamente 1 hora y media solo estoy yo y mi barca.

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